jueves, marzo 28, 2024

Arminda Balbuena o la complicidad

Fue por lo menos patética la salida de la flamante presidenta del Comité Coordinador del sistema Estatal Anticorrupción y cabeza del Comité de Participación Ciudadana, la doctora en derecho Arminda Balbuena, para justificar la inacción de esos órganos en su informe de labores.

Sin embargo, algo hay de utilidad, pues dejó claro que la corrupción se profundiza porque recibe complicidades, voluntarias o involuntarias, de quienes tendrían que ser los encargados de combatirla.

Informe Anticorrupción (1) copia

Dicen que la corrupción les da vergüenza, aunque parece que lo sobrellevan muy bien. Foto: CGCS Guanajuato

Así, de forma decepcionante, concluye su encargo la primera responsable de la tarea de combatir a una corrupción tan galopante que incluso hace avergonzarse al gobernador del estado, Diego Sinhue Rodríguez, aunque solo sea en el extranjero y no cuando encabeza las instituciones que le encomendaron los ciudadanos.

Balbuena que reclama falta de presupuesto y de un marco legal con mayores facultades, no se quejó de la composición del sistema donde tienen mayoría los funcionarios públicos, tampoco dijo nada del fiscal anticorrupción carnal que le impuso el PAN y mucho menos de la maniobra orquestada en conjunto con Luis Felipe Guerrero Agripino, su impulsor al cargo, para validar la asignación de una concesión carretera s sobreprecio realizada por Miguel Márquez en los últimos meses de su gestión.

Y aunque el año de Balbuena al frente del sistema anticorrupción del estado estuvo salpicado de escándalos revelados por los medios de comunicación, como las empresas fantasma contratadas por Comunicación Social del estado, o el enriquecimiento inexplicable del compadre del gobernador Márquez, o la venta en ganga de terrenos del puerto interior a la empresa Seguritech, o la compra a sobreprecio para construir un estadio de futbol, ella decidió que la culpa del fracaso del sistema son “las altas expectativas de los ciudadanos”.

Quizás la doctora Balbuena, cuyo carácter ciudadano es bastante cuestionable pues viene de ocupar altos cargos en la burocracia electoral federal, no tiene clara la percepción ciudadana de la corrupción como el mayor problema del país.

Quizá por ser parte de la élite académica del país, tan favorecida por presupuestos públicos que tampoco son fiscalizados, para la académica es un exceso “cortar cabezas” por la corrupción y por eso se decanta por “ir a la raíz del problema”.

Habría que decirle a la funcionaria, docta en lecturas sobre ética y responsabilidad, que para eso no se requiere ser parte de un mecanismo de control, sino quizá crear una religión o un movimiento de reforma moral, lo cual por cierto nadie espera de un sistema cuyo trabajo debería ser el de ir sobre casos concretos y supervisar la aplicación de sanciones.

Al final del día, lo que presenciamos en el informe del año de “trabajo” de Balbuena fue simplemente la construcción deficiente de una coartada para justificar porque el pegote que tenemos como sistema anticorrupción no ha servido absolutamente de nada.

En realidad, con el tono y el ritmo que mostraron el comité coordinador y el comité ciudadano, ni siquiera se justifica que le den más presupuesto, como no se justificaba la designación de nuevos funcionarios una semana antes de terminar el periodo de la presidenta, lo que fue convenientemente detenido por un amparo ciudadano.

De inicio, para darle voz a los ciudadanos en la denuncia de la corrupción no se requieren presupuestos, oficinas lujosas y staff. Sería de mayor impacto mostrar calidad moral, dignidad y valor cívico, nada de lo cual se apreció en este año.

Incluso fue peor, pues la justificación de la concesión carretera a Grupo México, utilizando a la Universidad de Guanajuato como aval, fue la construcción perfecta de una cortina de humo para una acción que puso al poder público al servicio de una empresa privada a espaldas de los ciudadanos.

Si para eso va a funcionar el sistema anticorrupción parece que sería menos onerosa la corrupción a secas.

Está claro que a los políticos no les interesa el combate a la corrupción, en la que nadan de forma por demás cómoda y satisfactoria. Ante la inacción de estas instancias, los políticos llegan al extremo del cinismo como Miguel Márquez declarando que no hemos entendido las bondades del programa Escudo cuya misión al parecer no era blindarnos de la inseguridad sino permitir un gran negocio al gobernador y sus colaboradores del área.

No deja de ser notable la declaración del gobernador Sinhue Rodríguez Vallejo de que en Singapur le dio vergüenza que señalaron a México como un país corrupto. Sin duda el mandatario panista pensaba en las trapacerías de Enrique Peña Nieto o de Bárbara Botello, pero no en las de Miguel Márquez, Luis Alberto Villarreal, Rafael Barba Vargas o Fernando Olivera, sus compañeros y amigos panistas. Así que en la tierna declaración hay mucho de hipocresía o, también, de cinismo.

Termina Arminda Balbuena un año perdido para el combate a la corrupción, como tantos otros en el pasado. Le toca el turno a otro académico, Román Méndez, quien aún está menos equipado que Balbuena para el cargo, no es abogado sino comunicólogo y su mayor orgullo es el manejo de las redes sociales del Comité de Participación Ciudadana.

Esperemos que Román no vaya a querer combatir la corrupción con tuits, aunque muy probablemente ni siquiera a eso se atreva.

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