jueves, marzo 28, 2024

Candil de la Calle

La salida del Secretario de Seguridad de León, Luis Enrique Ramírez Saldaña, no es la primera –y seguramente no será la última- en los gobiernos municipales que comenzaron su periodo el 10 de octubre del año pasado, hace ocho meses y unos pocos días.

Por supuesto, la suma de las dimisiones y despidos en este renglón de los gobiernos municipales incide negativamente en la ya de por sí muy difícil situación que vivimos en materia de incidencia delictiva y da apuntes de una crisis de perfiles que impacta en el cumplimiento de la prevención, tan débil en el territorio estatal.

Porque, como el mismo gobernador Diego Sinhue Rodríguez ha tenido que reconocer, la pretendida disminución de homicidios dolosos en Guanajuato en realidad no es tal porque Guanajuato no había registrado los números, las víctimas de asesinatos de los que ahora damos cuenta a diario. Y esa es una realidad que nadie puede negar.

Como ejemplo, en Guanajuato capital hubo cambio de titular de esta misma área hace un par de meses al salir el general José Luis Santos Nápoles.

En Apaseo el Alto el director de Seguridad Pública también dejó el cargo en febrero de este año, y menos de tres meses después, la persona que quedó de encargada también dimitió.

En Salamanca, donde la seguridad municipal es atendida mediante la operación del Mando único, se le dieron las gracias al titular Amadeo Valladares.

En Silao los cuestionamientos al titular de Seguridad Luis Felipe Hernández abundan, sobre todo por la racha violenta que en lugar de menguar se recrudece y la aparición de videos y mantas de grupos delictivos y anuncian ‘limpias’.

Como anecdotario, hay que recordar aquí que Ramírez Saldaña fue titular de Seguridad Pública en la capital, y después en Irapuato.

Su bochornosa salida del gobierno leonés de Héctor López Santillana, que lo ratificó y lo respaldó contra toda crítica y cuestionamiento, no ha terminado de contarse: ahora se sabe que no solamente autorizó mantener a escoltas para su amigo-compadre Mario Alberto Martínez Razo –a quien tuvo como director de Planeación-, uno de los cuales no debió de estar acompañando a la esposa del ex funcionario y así fue asesinado.

Resulta que ahora se sabe que Ramírez Saldaña también autorizó, permitió o favoreció el ingreso de tres familiares de su amigo Mario Alberto, que estaban bajo el mando de éste.

Sí, nepotismo puro.

Tampoco es desconocido que, como ocurrió con Ramírez Saldaña, varios directores de policía y secretarios de seguridad en los municipios han pasado los últimos dos o tres trienios circulando, ocupando estos cargos en uno y en otro municipio.

Así ocurre, por ejemplo, con el secretario de la capital Samuel Ugalde García, quien ya había sido titular en este mismo municipio, pero también lo fue ya en San Francisco del Rincón y en Irapuato, donde no fue ratificado en la segunda vuelta del panista Ricardo Ortiz Gutiérrez.

Mucho menos es secreto que en realidad, varios de los alcaldes y de las alcaldesas han sufrido por la falta de perfiles, y también porque requieren del visto bueno de los mandos de seguridad en el estado para estos nombramientos…aunque éstos digan que no.

Entonces, la crisis operacional de la seguridad pública en Guanajuato es más profunda de lo que se dice, tiene más aristas de las que se reconocen, debe revisarse desde ángulos no dichos y tan delicados e importantes como el historial que los titulares de seguridad pública municipal han construido en estos años y a su paso por distinto municipios; intereses, amigos y enemigos, actos de corrupción…

Por supuesto, es de criticarse que con todo y las anomalías que en este influyentismo de Ramírez Saldaña llevaron a su salida de la Secretaría de Seguridad Pública leonesa –en una renuncia obligada y en medio del escándalo, no un término de encargo- se esté considerando que tiene derecho a contar con escoltas, agentes de la Policía Municipal que permanecerán en la nómina mientras cuidan un ex funcionario que salió, literalmente, por la puerta de atrás.

 

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