Desde este sábado, los productos importados desde Estados Unidos a China enfrentan un aumento arancelario del 84% al 125%, en un nuevo capítulo de la creciente guerra comercial entre las dos principales potencias económicas del mundo.
La decisión fue anunciada el viernes por el Comité de Aranceles Aduaneros del Consejo de Estado chino, en respuesta directa al reciente incremento de aranceles por parte de Washington, que elevó al 145% las tasas aplicadas a las exportaciones chinas.
El Ministerio de Comercio de China criticó la postura estadounidense, acusándola de practicar un «unilateralismo coercitivo» y calificando los nuevos aranceles como un “juego de números sin sentido económico”. Según el comunicado oficial, los productos estadounidenses «ya no tienen un mercado real en China» y cualquier nuevo gravamen será “irrelevante”, convirtiéndose en “una burla en la historia de la economía mundial”.
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Por su parte, el portavoz del Ministerio de Exteriores, Lin Jian, aseguró que China “no desea una guerra comercial, pero no la teme”. También instó a Estados Unidos a abandonar las presiones si realmente busca resolver las tensiones mediante el diálogo. En su declaración, Lin defendió las contramedidas adoptadas por Pekín como una forma de “proteger sus intereses legítimos” y “el orden internacional basado en normas”.
China también anunció que presentará una nueva demanda ante la Organización Mundial del Comercio (OMC), aunque reconoció las limitaciones del proceso debido al bloqueo estadounidense al órgano de apelación del organismo.
Mientras tanto, la Unión Europea advirtió que adoptará represalias si no se alcanza una solución negociada, advirtiendo que la guerra comercial afectará más a la economía estadounidense que a la europea.
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En este contexto, el presidente chino, Xi Jinping, declaró al jefe del Gobierno español, Pedro Sánchez, que China “siempre ha dependido de sí misma” y que no teme “represalias irracionales”, en sus primeras declaraciones públicas desde que comenzó la escalada arancelaria.