jueves, marzo 28, 2024

La importancia de llamarse INEGI

Si hay algo difícil para un Estado democrático eso es consolidar un sistema institucional que permita su conservación, literalmente, a pesar de los corruptos y los tontos. Las instituciones, como lo ha señalado en distintos textos Douglas North, constituyen, en democracia, las «reglas del juego», es decir, el conjunto de normas, reglas y procedimientos que le dan a la vida pública estabilidad y, sobre todo, la posibilidad de bienestar generalizado.

Desde esta perspectiva es importante destacar que hace 10 años se llevó a cabo una de las reformas constitucionales más relevantes en esta materia en nuestro país, pues llevó a la consolidación de uno de los organismos más longevos en el paisaje institucional mexicano.

En efecto, en 1833, Valentín Gómez Farías creó el Instituto Nacional de Estadística y Geografía, el cual no logró su consolidación y tuvo una muy corta vida. Fue hasta 1882, cuando fue creada la Dirección General de Estadística, a través de una ley emitida por el entonces presidente Manuel González.

Esta Dirección tenía como principales responsabilidades, en primer término, «generar la estadística nacional», organizar el censo de la nación, el catastro público nacional, el registro de la producción agrícola e industrial y del comercio, entre otras.

La Dirección General de Estadística (DGE) mantuvo su nombre durante cien años, y en 1983 fue transformada en el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática, cuyo primer titular fue Pedro Aspe Armella.

Sobre la gobernanza interna en México, debe recordarse que, si algo estuvo siempre bajo sospecha, esto fue el uso de la información pública con fines político-electorales.

A partir de su creación, el INEGI se convirtió rápidamente en un organismo que potenció lo construido por la DGE, y al mismo tiempo sentó las bases para la construcción de una nueva generación de estadísticas en nuestro país; se mejoró la metodología de los censos y conteos, y poco a poco se fue robusteciendo la estructura de encuestas y estudios del Instituto.

Debe decirse, en ese sentido, que la reforma al Artículo 26 de la Constitución, que entró en vigor en 2008, y por la que se adicionó el Apartado B -en el cual se establece la creación del Sistema Nacional de Información Estadística y Geográfica-, es de la mayor trascendencia en el país, no solo para la gobernanza interna, sino para fortalecer la imagen y posición de México en la gobernanza de la globalidad.

Sobre la gobernanza interna en México, debe recordarse que, si algo estuvo siempre bajo sospecha, esto fue el uso de la información pública con fines político-electorales. A pesar de que el INEGI contaba con autonomía técnica, el hecho de haberlo dotado de autonomía constitucional fortaleció su independencia respecto de partidos políticos y de alguna manera también del titular del Ejecutivo federal.

Contar con un organismo que genera información oficial también contribuye a garantizar imparcialidad en la asignación de los recursos públicos a entidades y municipios.

Desde esta óptica, si bien siempre es deseable mantener procesos de mejora institucional continua, hoy puede sostenerse que el INEGI es una de las instituciones con mayor credibilidad y confianza no solo en el país, sino también a nivel internacional, debido a la solidez de sus métodos, la estabilidad de sus datos y la transparencia con la que se ha manejado la información a partir de su autonomía. Así, por ejemplo, el cálculo de la inflación; pues al dejar de ser una responsabilidad del Banco de México y haberse trasladado al Instituto, ha permitido mejorar sustantivamente las tareas que ambos organismos desarrollan.

Respecto de su participación en la gobernanza en la globalidad, México también ha ganado con la autonomía del Instituto, pues se ha consolidado un sistema de cuentas nacionales que da certidumbre a la comunidad internacional sobre el estado general del país, visto a través de un robusto sistema nacional de indicadores y de los ya mencionados productos de información que genera la institución. En tanto que somos la 13ª economía planetaria, contar con un sistema de cuentas nacionales robusto contribuye a la toma de decisiones regionales y globales para el desarrollo.

En esa lógica hay que destacar que hacen falta nuevas reformas legales para que procesos como la conciliación demográfica sean también una facultad del Instituto y dejen de estar a cargo del CONAPO, dependencia que ha estado desfasada siempre en el cumplimiento de esta responsabilidad.

Para sostener lo anterior basta con señalar que las proyecciones de población con base en la Encuesta Intercensal, 2015, fueron dadas a conocer apenas hace unas cuantas semanas; es decir, apenas dos años antes de que se levante el nuevo Censo de 2020.

Un solo día de ausencia del INEGI en nuestra vida diaria bastaría para darnos cuenta de su magnitud, relevancia y carácter imprescindible.

Contar con un organismo que genera información oficial también contribuye a garantizar imparcialidad en la asignación de los recursos públicos a entidades y municipios. En ese sentido, si algo hace falta robustecer y potenciar respecto del INEGI, es la «apropiación» de sus datos de parte de las autoridades en todos los niveles, a fin de que la discusión en torno al desarrollo, el combate a la pobreza, la reducción de la desigualdad, etcétera, cada vez tenga más afianzado un «denominador común» sobre el cual evaluar y mejorar los procesos de planeación y presupuestación en todos los ámbitos y niveles.

De manera afortunada, hoy la discusión se puede centrar en la eficacia o no de los gobiernos al momento de diseñar, implementar y evaluar sus políticas, y no, como ocurría en décadas pasadas, sobre la credibilidad, calidad y oportunidad de la información pública.

Sin duda, hay que repetirlo, hay que mejorar mucho más: debemos continuar avanzando hacia la consolidación de sistemas de información con enfoque de género, con enfoque de derechos de la niñez y, en general, con un enfoque holístico de derechos humanos, pero eso es parte del «desarrollo institucional» y no de su confiablidad.

Si algo debemos preservar y fortalecer en México es justamente la solidez de nuestras instituciones. No es exagerado decir que un solo día de ausencia del INEGI en nuestra vida diaria bastaría para darnos cuenta de su magnitud, relevancia y carácter imprescindible en el paisaje institucional mexicano.

Enhorabuena por sus 10 años de autonomía.

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