En el complejo entramado de la política guanajuatense, las candidaturas de mayoría relativa y plurinominales, emergen como un reflejo de un sistema que oscila entre la esperanza y la desilusión, entre la continuidad y el anhelo de renovación.
La reiterada presencia de los mismos actores en el escenario político, no solo fermenta la desconfianza en el sistema de partidos, sino que también subraya una crisis de representatividad que parece ahondarse con cada elección.
Las candidaturas, tanto de mayoría relativa como plurinominales, deberían ser la vía para que nuevas voces y perspectivas refresquen el debate público y contribuyan a la construcción de un futuro más prometedor. Sin embargo, la realidad dista mucho de este ideal.
Ah tienes usted el ejemplo en morena, donde los mismos de siempre, aparecen en las listas de puestos regalo, léase candidaturas plurinominales, que obedecen más a pagos de favores que a lealtades con el pueblo. Son como sicarios de la política.
Ahi tiene usted a Emmanuel Reyes Carmona, suplente de Marcelo Ebrad, Martha Lucia Micher, Beatriz Manrique Guevara, Antares Vázquez Alatorre, Ernesto Alejandro Ptrieto Gallardo, Adriana Guzmán, entre otros.
Del PAN, está por demás decirlo, pero siguen siendo los mismos de siempre que hasta los militantes blanquiazules han decidido abandonar el partido porque les han negado el derecho de participar.
Es decir, en cualquier partido, vicio es el mismo. La enfermedad es la misma. La mafia es la misma. El estilo del pragmatismo que se cierra en una frase perpetua: en política no hay amigos, hay intereses.
La política, pues, se ha convertido en un terreno dominado por el intercambio de favores, el nepotismo y el deseo desmedido de poder, donde las posiciones se obsequian como premios a la lealtad partidista más que como responsabilidades hacia la ciudadanía.
Esta dinámica perpetúa un ciclo de desilusiones y esperanzas retiradas, donde el cambio significativo se ve obstaculizado por estructuras y prácticas arraigadas.
El desencanto de la población crece al observar cómo, elección tras elección, se prometen renovaciones y reformas que raramente se materializan en acciones concretas.
El resultado es un escepticismo generalizado hacia los partidos políticos y sus representantes, visto como un mal necesario más que como una genuina oportunidad de mejora.
A pesar de esto, no se puede negar que la política mexicana también ha sido escenario de virtudes y aciertos.
Han existido momentos en los que la voluntad de cambio ha superado los obstáculos, logrando avances significativos en diversos sectores. Sin embargo, estos destellos de progreso se ven opacados por las sombras de los privilegios, los excesos y la corrupción que parecen ser endemicas del sistema.
La solución a esta problemática no es sencilla, pero un primer paso indispensable es la promoción de una verdadera renovación generacional en la política.
Se necesita abrir espacios para que surjan nuevas figuras, libres de los vicios y compromisos del pasado, que estén dispuestas a servir a Guanajuato y el país con integridad y visión de futuro.
Esto requiere de un compromiso firme por parte de los partidos políticos para democratizar sus procesos internos y de la ciudadanía para demandar y apoyar a candidatos que representen verdaderamente sus intereses y aspiraciones.
Sin embargo, la renovación no solo debe ser generacional, sino también ideológica y práctica. Es esencial que se fomente una cultura política que privilegie el debate de ideas sobre el acarreo y la confrontación estéril.
Una política que se enfoque en resolver los problemas concretos de la gente, en mejorar la calidad de vida de la población y en construir un país más justo, equitativo y próspero. Por supuesto que parece totalmente imposible, con todo lo que hemos visto.
Por eso considero que la política en Guanajuato se encuentra en un punto crítico donde la necesidad de cambio es más apremiante que nunca.
La renovación de la clase política, junto con una mayor participación ciudadana y un compromiso renovado con la transparencia y la rendición de cuentas, son indispensables para recuperar la confianza en el sistema y construir un futuro más prometedor para México.
La tarea es compleja, pero el potencial de transformación es enorme si se canalizan adecuadamente las aspiraciones de cambio de la sociedad.
El examen es el 2 de junio.