Madres en prisión: amor, resistencia y esperanza en los penales de Guanajuato

0
91

Cada día, en los Centros Penitenciarios de Guanajuato, hay una madre que canta bajito una canción de cuna, acaricia la frente de su hija o espera tras una reja una visita que a veces no llega. La maternidad en prisión existe, aunque con rutinas distintas, heridas más profundas y amor igual de fuerte.

En estos espacios, las mujeres privadas de la libertad no dejan de ser madres. Algunas viven con sus hijos menores de tres años en áreas adaptadas para la crianza. Otras mantienen el vínculo con llamadas, cartas o mensajes enviados por familiares. Todas comparten el mismo reto: ser madres a la distancia o en condiciones adversas.

Actualmente, cuatro mujeres viven con sus hijos en los centros penitenciarios de Guanajuato, donde existen estancias infantiles y atención integral para el desarrollo de los menores, con personal capacitado en crianza positiva y desarrollo psicomotor.

“La instrucción es humanizar todos los centros penitenciarios”, señala Julio César Pérez Ramírez, director del Sistema Penitenciario Estatal. “No somos jueces; nuestra tarea es darles herramientas para que puedan salir adelante y comenzar de nuevo».

Mayra N., interna en el Ceprereso de Guanajuato, cuida a su hija de un año dentro del penal. “Ella es mi centro, mi ancla, mi salvación”, confiesa, con la bebé en brazos. Sabe que su hija no tiene una vida “normal”, pero también reconoce que en libertad quizás no habrían compartido tanto tiempo juntas.

Mayra también es madre de un adolescente que vive fuera. La última vez que lo abrazó fue en una visita. Ese abrazo pendiente es su mayor esperanza: “Cuando salga, lo primero que quiero es abrazarlos y decirles que siempre estaré con ellos”.

Otra historia es la de Luisa N., quien aprendió a tejer dentro del penal. Sus muñecos de crochet se vendieron en la Feria Estatal de León, y con lo recaudado espera inscribir a su hijo en la preparatoria. “Cada peso que gano tiene ahora un sentido distinto”, dice con orgullo.

Luisa afirma que antes no pensaba en consecuencias. Hoy, quiere ser una madre presente, honesta y trabajadora. “Si cambié aquí adentro, también puedo salir adelante afuera”, asegura, convencida de que su error no define quién es ahora.

También lee: Ser madre en México sigue frenando el desarrollo profesional de las mujeres

Guanajuato cuenta con 11 centros penitenciarios, donde viven más de 6,200 personas privadas de libertad. Muchas de las mujeres internas también son madres. Algunas fueron abandonadas por sus familias; otras siguen presentes con lo poco que tienen: una llamada, una carta, un recuerdo.

La Secretaría de Seguridad y Paz impulsa programas de reinserción con enfoque humano, que incluyen talleres de autoempleo, acompañamiento emocional, educación y apoyos para madres en reclusión. El objetivo es claro: no permitir retrocesos.

Pese a estos esfuerzos, las mujeres son las que menos visitas reciben, señala el director. Muchas están ahí por proteger a una pareja, un amigo, alguien que les prometió algo, y han sido olvidadas. Es la doble condena: legal y afectiva.

Sigue también las noticias en TikTok

Con motivo del Día de las Madres, se han preparado actividades especiales para reconocer la maternidad en prisión y fortalecer los lazos familiares. El objetivo es hacer visible que, incluso tras las rejas, una madre no deja de amar ni de esperar.

Mayra lo resume con una frase cargada de verdad: “Lo importante no es lo material, sino nuestros hijos. Ellos son todo”. Y mientras tanto, acaricia a su hija, como quien sostiene una promesa de libertad y amor.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí