GUANAJUATO, Gto.– Desde hace dos décadas, don Francisco, un pintor de formación autónoma, pinta elementos distintivos de la Capital. Primero lo hacía sobre papel cascarón y, desde hace apenas un lustro, en el dorso de las corcholatas.
El castillo de Santa Cecilia, El Pípila o cualquier otro emblema de la ciudad colonial lo miniaturiza con suma paciencia. Hace, por decirlo de alguna manera, “pintura bonsái”.
Con un poco de esmalte y un mucho de habilidad visomotriz, hace que una ficha olvidada en cualquier callejón sea un objeto coleccionable.
Francisco, pintor autodidacta, hizo del callejón del Beso su taller, donde a menudo toma el pincel para decorar las fichas dentadas que lo han vuelto famoso entre los visitantes. Es, en términos populares, “El Señor de las Fichas”.
“Un muchacho de por aquí, de por el callejón del Beso, me puso el reto de pintar sobre una ficha, lo intenté, me gustó mucho el resultado y desde hace cinco años lo hago casi diario”, relató.
No son muchas pinceladas para concluir una pieza, pero sí son muchas horas de entrenamiento, muchas horas de vinculación ojo-mano.
A diario, Francisco Álvarez se dispone a retomar el motivo anterior, el primero de todos los pictóricos de su infancia temprana, y se enfrenta a sí mismo, para agudizar el ingenio y poder encerrar la majestuosidad de una ciudad tan enigmática en una circunferencia que no daría cabida a más de 10 hormigas apiñadas.
Allí está el Castillo de Santa Cecilia en menos de un centímetro de diámetro, el mismo que Francisco dibujó a los siete años sobre papel, el mismo que reprodujo a los 13 sobre el lienzo y el mismo que ahora puede plasmar sobre un plato de barro, un disco compacto, una charola oval o la tapadera de un frasco.