sábado, mayo 11, 2024

No llega la paz para Ana Nayeli; recibe amenazas

SILAO, Gto.- Para Ana Nayeli González no ha terminado el suplicio que comenzó el 20 de junio del año pasado, cuando varios hombres forzaron la puerta de su casa en la colonia Los Espárragos y mataron a su hija Maritza Paloma, quien acababa de cumplir tres años, y a su pareja Ernesto García, en una irrupción que en realidad tenía como destino a los ocupantes de la casa de la vivienda de la planta alta.

Aunque cinco presuntos responsables de los asesinatos de su hija y su pareja fueron detenidos, están vinculados a juicio y permanecen en prisión preventiva en un penal estatal,  ella y su familia no han podido recobrar algo de tranquilidad.

La joven de 25 años denunció que ha sido amenazada por parte de los detenidos. “Si quedaste viva ese día, puede que ahora sí te maten”, fue uno de los mensajes que recibió recientemente, mientras se desarrolla el proceso judicial que ha seguido puntual, obsesivamente.

Además, según lo que inicialmente informó la Procuraduría, se identificó a ocho presuntos responsables, por lo que todavía falta por capturar a tres.

“Es lo único que me importa por ahora; quiero que los condenen, que reciban una sentencia. El coraje de mirarlos es lo que me sostiene”, dice Ana Nayeli, sentada en un sillón de la casa de sus padres, mientras afuera permanece una patrulla con agentes de seguridad que le brindan protección ante la intimidación de que es víctima.

Eso no le impide acudir, al menos cada tercer día y siempre escoltada por los agentes, al panteón que está a unos cuantos pasos de la casa, donde están las tumbas de Maritza Paloma y Ernesto, juntas, unidas por un libro abierto de mármol donde se lee:

“El cielo pidió un ángel y ese hermoso ángel fuiste tú. Eres ese rayito de luz que ilumina nuestras vidas desde el cielo. Por siempre te amaremos…”.

La cripta está coronada por una vitrina repleta de juguetes, los juguetes de la niña que era muy querida por todos los vecinos de la calle donde la familia vivía, en la colonia Los Espárragos, porque desbordaba simpatía y saludaba a todos.

“Yo nunca la quise dejar sola, hasta para ir a la tienda que estaba tan cerquita, primero le decía que iba a salir a la tienda, pero me regresaba por ella y vámonos a la tienda, nunca me gustaba dejarla solita. Me daba miedo que me la robaran, es que ella le hablaba a todo mundo”.

“Antes iba todos los días al panteón, pero me pone mal. Ahora voy cuatro o cinco veces a la semana. Al principio lo sentía como una salida, como que me tranquilizaba estar ahí con ella. Pero por ejemplo ahorita que se acercan las fechas…”, se interrumpe.

La entrevista se realiza el lunes 4 de junio. Al día siguiente, Paloma cumpliría cuatro años.

“A veces sí me gana y lloro mucho con ella. A veces me da mucha pena con los oficiales que me ven llorando; algunos a los que ya le tengo confianza me piden  ‘tranquilícese’. A otros les pido que esperen afuera porque no me dejan sacar lo que yo siento. Hoy el policía no me quiso acompañar, me dijo que mejor me metiera a dormir”.

Ese día 20 de junio de 2017, los tres acababan de llegar a su casa en la planta baja de la esquina entre las calles Feliciano Peña y Venustiano Carranza de la colonia Los Espárragos, cuando la puerta del domicilio fue abierta violentamente e ingresaron varios hombres que abrieron fuego contra los tres.

Ana Nayeli y Paloma corrieron unos pasos; la joven levantó a la niña y la abrazó. Pero un disparo que atravesó a ambas la obligó a soltarla y Maritza cayó al piso, donde uno de los hombres le disparó directamente a la pequeña.

Ernesto recibió ocho disparos.

Ana Nayeli recibió un disparo en cada pierna y uno más es una mano. Tardó tres meses en ponerse en pie; todavía tiene dificultad para usar su mano.

Unas horas después de lo ocurrido, el procurador Carlos Zamarripa habló de una posible confusión de los asesinos, quienes según lo investigado, en realidad pretendían atacar a los ocupantes de la casa situada en la parte alta del inmueble donde vivían Ana Nayeli, Ernesto y su hija Maritza.

A través de su empleo en una empresa hulera, Ernesto había obtenido un crédito de Infonavit y ya tenía asignada una casa. Ya se la habían entregado, pero al revisar el contrato la pareja se dio cuenta de que se la querían dar sin servicio de agua potable y se negó. Tenían una cita para recibir la casa programada para el jueves 22, a la que nunca llegaron.

Ana Nayeli pasó tantos meses en recuperación y sin interés por revisar ninguno de estos asuntos que cuando pudo hacerlo, tanto el Infonavit como la aseguradora con las que tenía contratado al menos un seguro con su esposo le salieron con que ya no podía recibir nada; ni casa, ni seguros.

“No estábamos casados, yo fui la que no quise. Y no quería ni ver nada de eso, primero no podía caminar, luego porque no tenía ganas, no quería enterarme de nada. Cuando fui a preguntar, me dijeron que todo se perdió. Los de la fábrica se deslindan, dicen que como no estábamos casados no me pueden dar nada, que tengo que demandar”.

Pero su prioridad de ahora es el proceso que se sigue a los cinco detenidos. Trata de no faltar a ninguna audiencia, aunque no sea necesaria su presencia. En una de ellas encaró a los hombres por las amenazas que recibió. “Quiero que vean que no tengo miedo, ¿ya qué me pueden quitar?”.

Su amargura se extiende hasta el presidente municipal, el panista Juan Antonio Morales Maciel, quien vive muy cerca de la casa donde fueron asesinados Maritza y Ernesto y quien unas semanas antes, había acudido a inaugurar un parque a Los Espárragos y ahí se encontró con la carismática Maritza, a quien llevó de la mano durante toda su visita.

“No soy una figura pública ni una figura política, pero él anduvo con mi niña de allá para acá; yo me sentía como pavorreal. Luego ni la cara dio, ni a misa fue; se me hizo una bajeza que le valió lo que pasó y se fue a su congreso, no ha dado la cara en nada».

“Ahorita se niega el hambre, se niega el sueño. Quiero que se haga justicia con mi hija; no quiero que sea un acto más que se quede así, un delito más sin perseguir, un delito más sin sentencia, que se olvide, que nada más queden así las cosas porque pasó el tiempo y ya. No, yo quiero una sentencia para esos tipos. Lo que sigue, ni para qué pensarlo”.

 

 

 

 

Últimas Noticias